Imaginemos que una persona está aprendiendo un nuevo idioma, y tiene dificultades para recordar y aplicar las reglas gramaticales en la práctica. Esta persona puede sentirse abrumada por la cantidad de información que necesita recordar y por la sensación de no estar progresando lo suficientemente rápido.
Esto puede hacer que la persona se sienta presa en la zona de estrés, sintiéndose insegura y temerosa de cometer errores al hablar el idioma en público. La presión de tener que hablar correctamente y la posibilidad de ser juzgado por otros puede generar más estrés y dificultar el proceso de aprendizaje.