Enfocarse en el proceso, no solo en los resultados: En lugar de obsesionarme con alcanzar la perfección, puedo valorar cada paso que doy, incluso si cometo errores. Por ejemplo, al aprender algo nuevo, me recordaría que cada esfuerzo me acerca a mejorar y que los errores son parte del aprendizaje.
Replantear el lenguaje interno: Cambiar frases como "No puedo hacerlo" por "Aún no lo logro, pero estoy trabajando en ello." Puedo practicar esto escribiendo afirmaciones positivas en mi agenda diaria o reflexionando sobre lo que aprendí de los retos al final del día.