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Desafío: cómo pasar para la zona de aprendizaje

Mi experiencia en la zona de estrés
Recuerdo perfectamente una situación al inicio de mi carrera, apenas egresado en 2016. Entré a trabajar en una unidad de cuidados intensivos (UCI), un ambiente increíblemente demandante y con una curva de aprendizaje empinadísima. Había tenido rotaciones, claro, pero la realidad diaria, el volumen de pacientes críticos, la tecnología avanzada y la presión constante eran otra cosa.

La dificultad más grande fue el manejo del tiempo y la priorización de tareas. Sentía que tenía que saberlo y controlarlo todo a la vez: monitorear equipos complejos, administrar múltiples fármacos con horarios estrictos, realizar procedimientos de alta complejidad, registrar todo meticulosamente y, al mismo tiempo, comunicar información vital a los médicos y a las familias. Me sentía constantemente abrumado por la cantidad de información y responsabilidades.

Lo que me dejó atrapado en esa zona de estrés fue mi propio perfeccionismo y el miedo a cometer errores. Quería hacerlo todo impecable, sin fallos, y no me permitía pedir ayuda tan a menudo como debía, por pensar que era una señal de debilidad o falta de preparación. Me exigía entenderlo todo a la primera y memorizar cada protocolo de inmediato, lo que me llevó a una sobrecarga mental y a sentirme estancado en lugar de avanzar. La frustración y la autoexigencia excesiva eran mis peores enemigos.

Actitudes para la próxima vez
Si tuviera que enfrentar una situación similar hoy, con la experiencia y la madurez que he ganado, adoptaría estas tres actitudes para pasar rápidamente a la zona de aprendizaje:

  1. Validar y expresar la necesidad de ayuda de forma proactiva.
  2. Priorizar la seguridad del paciente sobre la perfección personal.
  3. Implementar un sistema de micro-aprendizaje y revisión diaria.