Recuerdo una situación en la que estaba aprendiendo un nuevo lenguaje de programación para una clase con tiempo de entrega corto. La presión de entender conceptos nuevos rápidamente y aplicarlos de forma práctica me generó mucho estrés. Lo que me dejó atrapado en esa zona fue:
- La percepción de no estar avanzando lo suficientemente rápido, lo que me llevó a dudar de mis capacidades.
- Falta de planificación clara, lo que me hizo sentir abrumado con la cantidad de temas por aprender.
- Comparación constante con compañeros más avanzados, que disminuyó mi confianza.
Tres actitudes para mejorar la próxima vez:
- Dividir y planificar el aprendizaje en pasos pequeños y alcanzables: En lugar de intentar aprender todo de golpe, enfocarme en objetivos diarios o por sesión (por ejemplo, entender primero la sintaxis básica antes de intentar resolver problemas complejos). Esto ayuda a mantener el progreso visible y el estrés bajo control.
- Adoptar una mentalidad de crecimiento: Recordarme que el aprendizaje es un proceso y que cometer errores es una parte natural de mejorar. En lugar de enfocarme en lo que no sé, celebrar los avances que hago, por pequeños que sean.
- Pedir ayuda y compartir mi progreso: En lugar de quedarme aislado, buscar apoyo de colegas, foros, o mentores. Esto no solo acelera la resolución de dudas, sino que también me ayuda a sentirme acompañado en el proceso.