Establecer metas claras no solo organiza el proceso de aprendizaje, sino que también lo hace más efectivo y enfocado. Al responder las preguntas clave de por qué, dónde y cuándo, le damos propósito y dirección a nuestro aprendizaje. Los ejemplos prácticos, como el de Alice, muestran cómo objetivos específicos no solo motivan, sino que también nos permiten medir avances de manera tangible.