Después de reflexionar sobre el concepto de que se necesitan 66 días para formar un hábito, me pregunto si realmente el tiempo es lo que determina nuestro éxito o si estamos enfocando mal la creación de hábitos. Personalmente, creo que el tiempo es solo una parte de la ecuación, pero la clave está en la constancia y en la conexión profunda con lo que realmente quiero lograr.
La sociedad nos ha enseñado a ver todo como un proceso lineal, y el contar los días puede parecer una forma sencilla de medir el progreso. Sin embargo, me he dado cuenta de que no es el número de días lo que realmente importa, sino la fuerza de mi compromiso y el propósito detrás de la acción. Si no estoy conectado emocionalmente con lo que quiero lograr, es probable que ese hábito nunca se consolide, sin importar si pasaron 66 o 100 días.