En mi primer año de la carrera fue cuando tuve las materias más pesadas en cuanto a números, una materia de calculo, en esta tenía una maestra que era buena pero explicaba demasiado rápido y yo no podía seguirle el paso. Cuando se acercaba el exámen final, me puse serio con la estudiada. Estuve 2 semanas repasando los temas y desvelándome tratando de entender todo a la perfección para regurgitarlo en la hoja que me iban a poner enfrente. Llega el día de la desgracia, 6 am y no dormí ni un segundo. Me siento en el aula fría y me dan el rectángulo de papel que decidirá mi destino, lo miro detenidamente, el momento ha llegado. Pánico. No puedo hilar ningún pensamiento y mi mente se queda en blanco, las semanas de desgaste físico y mental pasaban factura en el momento mas importante, trato de volver a la cordura pero la lucidez se mira mas lejana que nunca. Lleno el papel de formulas, números, líneas y lo entrego derrotado. Por suerte para mí, mi desesperado intento de examen fue lo suficientemente bueno para pasar la materia por poco y suspiraba largamente de alivio por una oportunidad más.
El primer error evidente fue no pedir ayuda a la maestra, ella sabía más que yo y probablemente era la mejor manera de poder entender los temas, desde ese momento empecé a apoyarme tanto de mis amigos como de mis profesores. El segundo error fue de calendarización, tuve sesiones demasiado intensivas de esfuerzo pero poco útiles en cuanto aprendizaje, empecé a estudiar menos tiempo pero más enfocado. El tercer y el error más importante, deje de preocuparme por mi sueño y mi salud física, aunque a veces nos gana la emoción de hacer las cosas, el balance entre hacer y descansar es el más importante de mantener y a la vez el mas difícil en mí experiencia.