Cuando empecé a hacer entrenamiento de fuerza, me agotaba facilmente y la recuperación de mi cuerpo era difícil, los dolores y el malestar me hacian dudar si realmente valía la pena continuar con este proceso. Para poder continuar, fue necesario recordar todo el tiempo por qué estaba haciendo esto y qué beneficios iba a tener para mi. A medida que el tiempo avanzaba, continuaba entrenando y mi cuerpo se acostumbraba más y más a mis rutinas, hasta llegar al punto de que la satisfacción de ver los resultados de mi esfuerzo era mi principal motivación para continuar.