Recuerdo una vez en la uni, estábamos trabajando en un proyecto en equipo que tenía una fecha de entrega apretada. Sentí mucha presión y estrés porque no estábamos avanzando como esperábamos, y eso me dejó atrapada en la zona de estrés. La falta de comunicación y la sensación de que el tiempo se nos escapaba contribuyeron a esa situación.
Ahora, para evitar cometer los mismos errores y salir rápidamente de la zona de estrés en futuras situaciones, he aprendido tres actitudes clave:
Comunicación abierta y constante: Entendí que la comunicación efectiva es clave en cualquier proyecto. Ahora, me esfuerzo por mantener líneas de comunicación abiertas con mi equipo, compartir ideas y abordar problemas tan pronto como surgen para evitar acumulación de tensiones.
Planificación y gestión del tiempo: He aprendido a hacer una planificación más sólida y realista. Establecer plazos intermedios y asignar tareas de manera equitativa ayuda a distribuir la carga de trabajo de manera más efectiva, evitando la sensación de abrumamiento.
Aprender a decir no: Reconocí que no puedo hacer todo y aceptar todo. Ahora sé que es importante establecer límites y aprender a decir no cuando sea necesario. Esto me ayuda a no sobrecargarme y a mantener un equilibrio entre el trabajo y mi bienestar.