Hace algunos años, cuando estaba en la universidad, tuve que presentar un proyecto final en una clase muy importante. El proyecto consistía en un análisis y planificación de marketing para una empresa real. Aunque había trabajado duro en el proyecto, cuando llegó el día de la presentación, me encontré muy nervioso y ansioso.
Durante la presentación, me sentí preso en la zona de estrés y fue muy difícil salir de allí. Me costó trabajo articular mis ideas y hablar con claridad, y me sentí como si estuviera tartamudeando y haciendo una mala presentación. El estrés y la ansiedad que sentía eran tan fuertes que no podía concentrarme en lo que estaba diciendo.
En retrospectiva, creo que lo que me dejó preso en la zona de estrés fue la presión que me había puesto para hacer una presentación perfecta. Había trabajado tanto en el proyecto que quería que mi presentación fuera impecable. Sin embargo, ese nivel de presión y expectativa tan alta sólo me hizo sentir más ansioso y me impidió concentrarme en la tarea en cuestión.
Después de esa experiencia, aprendí que es importante tomarse un momento para relajarse y no poner demasiada presión sobre mí mismo. A veces, el simple hecho de respirar profundamente y recordar que todo lo que puedo hacer es lo mejor que puedo hacer es suficiente para ayudarme a salir de la zona de estrés.