la idea de que tomaría al menos 21 días para formar un nuevo hábito se popularizó principalmente porque a la gente le gusta creer en números mágicos y 21 días parecía un período de tiempo razonablemente corto para adoptar cambios positivos en la vida. Esta noción no se basó en una investigación científica rigurosa de Maxwell Maltz, sino más bien en sus observaciones clínicas con pacientes que se ajustaban a sus nuevas apariencias después de cirugías plásticas.