Una de las situaciones más desafiantes que he vivido en mi proceso de aprendizaje fue con el inglés. Recuerdo sentirme completamente atrapada en la zona de estrés cuando intentaba comprender a los hablantes nativos, especialmente cuando hablaban rápido y usaban expresiones que no conocía. Esa sensación de no entender y de quedarme atrás me generaba frustración, ansiedad, y me hacía dudar de mi capacidad para aprender el idioma.
Lo que me dejó atrapada en esa zona de estrés fue mi expectativa de querer comprender todo de inmediato, sumado al miedo de cometer errores al tratar de responder. Ese perfeccionismo me bloqueaba, al punto de evitar practicar con nativos porque sentía que no estaba lo suficientemente preparada.
Para la próxima vez, he decidido adoptar tres actitudes diferentes que me ayudarán a pasar más rápidamente a la zona de aprendizaje:
Permitirme aprender durante el proceso: Recordaré que el aprendizaje no es un destino, sino un viaje. Aceptaré que es normal no entender todo al principio, y que cada palabra o frase que logre captar es un paso hacia adelante.
Entender que puedo cometer errores y aprender de ellos: En lugar de temer equivocarme, lo veré como una oportunidad para mejorar. Los errores no son fallas, son lecciones.
Practicar aunque esté frustrada: Sé que la frustración es parte del proceso, pero también sé que cada intento cuenta. Aunque no sea perfecto, practicar constantemente me permitirá progresar y, poco a poco, reduciré esa sensación de agobio.