Aprendí que vencer la procrastinación no se trata solo de fuerza de voluntad, sino de estrategias concretas que hacen el camino más llevadero. Personalmente, descubrí que dividir esos grandes proyectos en mini-tareas de 45 minutos (con pausas para estirarme o tomar un café) transformó lo abrumador en algo manejable. Preparar mi espacio de estudio también fue clave: ahora tengo una esquina con plantas y buena luz donde me dan ganas de sentarme.