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Aprender, reaprender y desaprender.

La célebre frase de Alvin Toffler, "Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender", resuena con una precisión asombrosa en el contexto actual de la transformación digital. Durante mi desarrollo profesional, y particularmente en mi inclinación por el análisis de datos, esta verdad se hizo palpable al enfrentar la pregunta: '¿Qué habilidad era fundamental hace 5 años y ahora no lo es?'

Mi experiencia en la Universidad Nacional de Colombia, especialmente en la exigente escuela de matemáticas, cultivó profundamente mi capacidad de análisis fundamental, manipulación y razonamiento lógico sobre la información, incluso sin herramientas digitales. Hace apenas cinco años, esta habilidad era extraordinariamente valorada, y Microsoft Excel representaba la herramienta cúspide para su aplicación. La destreza en la creación de modelos financieros, el análisis de series de tiempo o la optimización básica a través de Excel era un diferenciador clave en el mercado.

Hoy, sin embargo, el panorama ha evolucionado drásticamente. Si bien la capacidad analítica sigue siendo el pilar cognitivo indispensable, la expectativa del mercado trasciende con creces el dominio exclusivo de Excel. La automatización de tareas rutinarias y el auge de la inteligencia artificial han redefinido las habilidades esenciales. Ya no basta con manipular datos; se exige la capacidad de manejar grandes volúmenes de información (Big Data), visualizar datos complejos de forma intuitiva, automatizar flujos de trabajo y conectar información entre diversas fuentes y plataformas.

Esto no significa que la base analítica tradicional haya perdido valor, sino que se ha híper-escalado y complementado con nuevas competencias. Aquella 'punta del iceberg' de análisis manual que aprendí es ahora el cimiento sobre el cual se construyen sistemas predictivos, algoritmos de optimización y tableros de control interactivos. La habilidad que antes era fundamental (el análisis manual exhaustivo y el dominio de una única herramienta como Excel para todo) ha sido amplificada y superada por la necesidad de una comprensión sistémica de los datos y el dominio de un ecosistema de herramientas tecnológicas.

Este ciclo de "aprender, desaprender y reaprender" no es una opción, sino una necesidad impuesta por el ritmo de la innovación. Es como si el software y las plataformas tuvieran sus propios caprichos, lanzando actualizaciones que invalidan nuestros hábitos y exigiendo que, justo cuando creemos haber "cerrado todos los paréntesis" y automatizado todo, un nuevo "bug" (una nueva funcionalidad o cambio de método) nos obligue a reabrir la caja, analizar el cambio, y reajustar nuestra estrategia. El "analfabeto del siglo XXI" es aquel que se resiste a este bucle, anclado en las soluciones del pasado mientras el tren de la tecnología sigue su curso.